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"la nevera de los frailes"

Este entorno no es una fuente, ni es un manantial,… pero la consideramos en esta recopilación "enclaves de fuentes y humedales de Budia",  como un lugar muy especial relacionado con el agua en esta villa, ya que justo aquí, en esta curiosa y antigua construcción,  los monjes de este monasterio llenaban de nieve este pozo de piedra para conservar durante mucho tiempo la fruta del convento y por tanto no deja de ser un pilón muy especial e histórico en esta villa de Budia.

El año de construcción no se conoce, pero podría ser del siglo XVII, ya que en esa époco se fundó el vecino convento.

Se dice que había un tunel que comunicaba este pozo con el convento, para poder recoger los frailes la fruta sin salir al exterior.




El convento de los Carmelitas es precisamente uno de los edificios a destacar en Budia, aunque permanece en ruinas. Su estructura fue un ejemplo de la arquitectura carmelita del siglo XVII español, fue fundado en 1688, bajo el amparo de Nuestra Señora de la Concepción. Aunque hasta 1732 no se fundó y fue levantado el convento e iglesia, el cual estuvo en funcionamiento hasta 1835, fabricándose en él gran parte del paño necesario para la vestimenta de la Orden de Castilla.

A este convento pertenecían las cartas de Ana de San Bartolomé y de Santa Teresa de Jesús, cartas manuscritas.

 

Su fachada aun se conserva en píe, puedes ver la estructura de la iglesia conventual, aunque el resto de la estructura está en ruinas, cobijando actualmente en su exterior al cementerio, desde que se retiró el "camposanto" que estaba antiguamente junto a la iglesia del pueblo cercano a la plaza. 

Con la desamortización de Mendizábal pasó todo el conjunto del convento, incluyendo esta "nevera de los frales" a ser propiedad vecinal, por lo que se construyeron en su interior muladares para guardar las caballerías durante las tareas clásicas de la era de Santa Lucía.

Las huertas del arroyo de la Reina bañan sus pies dejando un paraje ideal relleno de dorados, pardos y verdes en otoño, divisándose estupendamente desde este enclave tan característico de Budia.

Si se dice que los italianos fueron los primeros que introdujeron las frutas en la nieve inventando los helados de frutas al sur de los Alpes,… pero aquí,  justo en el corazón de la Alcarria, en esta "nevera" se conseguían mantener frescas mezcladas con nieve de la sierra norte de Guadalajara,  las frutas que en esta tierra salían a la luz, durmiendo plácidamente durante mucho tiempo al fresco en esta “nevera de los frailes”.




Pep Bruno tiene escritas referencias de estos “pozos de nieve” y dice que en la provincia de Guadalajara hay o ha habido "pozos de la nieve", que son lugares dónde se almacenaba la nieve caída en invierno para conservar en su frío los alimentos o disfrutar en verano de refrescantes bebidas o incluso helados.  Comenta que tiene noticias de que existen al menos dos pozos de nieve en Guadalajara (junto al río y junto al Mercado) y otros pozos del estilo en Budia, Sacedón, Cogolludo o Tendilla.

Explica Pep Bruno que ese lujo era para el alcance de muy pocos y tomar un refresco en pleno verano, en el siglo XVI, era ciertamente un verdadero lujo. La mayoría tenía que conformarse con el agua anisada de botijo, pero algunos, los privilegiados (monjes y nobles), disponían de este curioso medio para disponer de agua helada en pleno agosto alcarreño: un pozo de nieve.

En el Palacio del Infantado de Guadalajara, como no era para menos, también existía un pozo de nieve. El pozo en cuestión, situado estratégicamente en un lugar de umbría, después de llenarse con las nieves de invierno se cerraba, manteniendo la nieve hasta el siguiente invierno. Así, cuando a la duquesa, o al duque, o a alguno de sus invitados se le antojaba una jarra de agua helada, el criado encargado de la nieve tenía que tomar el caballo, llegarse hasta el pozo, descender por una temible escalerilla hasta el nivel almacenado -más bajo según iba pasando el verano-, coger la nieve precisa, ascender de nuevo, pasar de una baja temperatura al calor sofocante del verano, volver al palacio y servir la bebida.

Esta operación venía a durar entre una y tres horas y no estaba exenta de peligros. Muchos criados de la nieve habían muerto al caer en el pozo y quedar congelados en pleno verano, ya que cuando se les echaba en falta solía ser demasiado tarde. Otros muchos, debido al cambio brutal y constante de temperaturas, se constipaban fatalmente, llegando a morir la mayoría. Por eso, ser criado de nieve era considerado o como un castigo o como un puesto privilegiado para mostración de valor.


No sabemos mucho de los criados que hubo durante siglos en el Palacio del Infantado, sin embargo sí aparecen detallados listados de los criados de nieve, incluso con anotaciones sobre algunos sucesos de sus vidas o sobre sus trágicos finales. De entre todos destaca especialmente uno llamado Albo de San Pedro, del que destaca Peb Bruno historias y leyendas varias, que si os interesa podeos releer en este vínculo de la página web de “Tendilla”:






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